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Capítulo 1

La vimos el octavo día de viaje, después de haber abandonado la senda marcada. Buscábamos una fuente que en el desgastado mapa de mi hermano figuraba a los pies de lo que debía ser una pequeña montaña o colina. "¿Ves?", me había dicho señalando unas líneas onduladas y juntas, "esto indica que hay una elevación. Y el punto azul es una fuente". 

Gracias a aquel mapa encontramos la casa.

Capítulo 2

En aquel tiempo todavía soñaba mucho con mis padres. No era siempre el mismo sueño pero, de alguna manera, el mensaje que yo extraía sí: estamos con vosotros y os estamos cuidando.

Capítulo 3

En una ocasión nos quedamos mi madre y yo un poco apartadas, mientras mi padre y mi hermano escudriñaban y señalaban el horizonte desde un mirador. Fue en una de nuestras últimas excursiones.  

Capítulo 4

Caminaba nervioso dentro de la casa, pensando cómo organizarnos frente a la amenaza. Las alegrías y las sonrisas de la mañana se habían desvanecido del todo, y volvíamos de nuevo a estar serios y preocupados: atentos.

Capítulo 5

Cuando la puerta de casa se ha cerrado, de algún modo hemos temido que fuera para siempre. Papá ha girado dos veces la llave, y luego ha pasado la cadena del cerrojo, y ha dicho que si todo iba bien, en unas semanas todo terminaría, y que no teníamos de qué preocuparnos. No sé si lo ha dicho porque realmente así lo creía, o porque nos intentaba tranquilizar. En cualquier caso, ninguno de nosotros está tranquilo, ni el tete, ni mamá, ni yo.


Capítulo 6

Vaciamos la mochila de mi hermano y la llenamos de todo aquello que pudiera ayudarnos a transportar agua limpia. Yo sufría, porque no quería alejarme nunca más de mi libreta, y sin decirle nada la dejé al fondo de la mochila, junto a mi piedra blanca, por si no podíamos volver.

Capítulo 7

Pero yo no quería saber. No quería. Yo quería volver a la casa, y ponerle un nombre a la gallina e inventarme alguna historia de los Cinco en mi libreta, y pedirle a mi hermano que me hiciera un dibujo. Además, tal vez por la caída, empezaba a encontrarme un poco mal y no solo me dolían la cara y las manos, sino también la barriga y un poco todo el cuerpo.

Capítulo 8

Los megáfonos del Campamento repetían una y otra vez que no creyéramos historias falsas. "La mentira será castigada" se leía en algunos carteles y en octavillas que arrojaban desde los helicópteros policiales.

¿Pero cómo distinguirla, si todas las palabras malas que me habían enseñado en la escuela (mentira, violencia, robo...) habían acabado siendo usadas contra mi familia, contra mí,?

Capítulo 9

Al día siguiente desperté llena de sangre. Al principio solo noté la humedad, pero después, al abrir los ojos, vi que un rojo oscuro lo inundaba todo. Incrédula, miré a mi alrededor. Mi hermano, que se había acostado a mi lado, había desaparecido. Empecé a temblar, y de miedo, de puro miedo, también a gritar.

Capítulo 10

No sabía qué nombre ponerle a mi gallina. Pensé en llamarla Berta, pero enseguida me pareció una mala idea, porque no quería perder a mi amiga dos veces. Aunque, conociéndola, le habría hecho gracia, e incluso habría inventado una coreografía que las imitara, con movimientos hacia delante y hacia atrás y los brazos como alas. Si algo me gustaba de ella era justo eso, que siempre sonreía y le encantaban las bromas, y por eso mismo tal vez a mamá le caía tan bien.


Epílogo

Ya me sé casi todos los nombres de los pájaros que vuelan en libertad.